miércoles, noviembre 29, 2006

Recuerdos que ya no son nada

... "que a veces caigo en el recuerdo de tus manos con mis manos, y me hace sonreír"... Precioso. De Manuel Carrasco, por supuesto. Hay días, como hoy, en que se amontonan los recuerdos en cualquier rincón de la habitación vacía y regresan sin que nadie los haya invitado a pasar con una esta tarde de miércoles. Pero aquí están y, cómo no, he decidido dedicarles un poema.



A través de un par de versos
escritos hace más de dos mil días
regresan a mis sueños
el brillo de tus ojos azabache,
el tacto de tus labios de mentira
y el beso cruel de nuestra despedida.

Me ha bastado con pensar en tu sonrisa
para sentirme un poquito más viva.

Y es que se amontonan los recuerdos
y trato de esconderlos
debajo de la cama.
Pero despierto luego y me doy cuenta
de que son recuerdos que ya no son nada.

viernes, noviembre 24, 2006

El Telón de los Disfraces

Maravillosa canción. Lloré como una niña pequeña, con el corazón encogido y todo, cuando tuve la oportunidad de escucharla en el teatro Horacio Noguera de Isla Cristina, durante el recital del maestro Manuel Carrasco. Me llegó tan adentro que soñé aquella noche, cuando llegué a casa empapada de pies a cabeza por la intensidad de la lluvia, que volvía a los camerinos de la primera planta del Gran Vía, con las bombillas colgando del cable, que podía acariciar el grueso telón de terciopelo, abriendo una mínima ranura por la que escudriñar al público. También pude entrar de nuevo en los ensayos del show, vi el rostro de Horacio (pobrecito) y pude sentir el roce de los disfraces por los pasillos mal iluminados -todos pegaditos y en silencio- al salir a la calle 29 de julio por la puerta verde. Y ahora, sin puerta, ni Horacio, ni camerinos, ni disfraces, Lolo viene y mira, me regala esta canción que va a convertirse en mi favorita indiscutible, porque me alcanza el alma como ninguna otra, porque me hace sentir que tenemos mucho en común y que Isla forma parte de los nuestro. ¿Ves?, otra vez estoy llorando.




El telón de los disfraces se cerró
y la magia nos dejó su despedida.
Nos quedamos sin sus noches por febrero,
sin color, sin sus butacas vacías.

Sentado en un escalón del gallinero
soñaba por verme en tus brazos
aquella primera vez que me colé
siendo un niño al ritmo del 3 por 4.

Y siendo un niño también
temblando en tus bambalinas
entregué mi comparsa aquella primera vez
que me subí a un escenario.

Se nos fue.
En silencio, sin quejarse y sin quererlo
se nos fue tan solitario.

Se nos fue
una parte de los nuestro,
se nos fue nuestro teatro, nuestro Gran Vía.


Me encantaba compartir
la jarilla en Carnaval con adversarios y amigos
en ese ambigú,
rincón de los desafíos.

No me podría olvidar
del olor de tus pasillos llenos de disfraces
y ese pasacalle a pasar
los nervios de principiante.

Dime quién te ha dejado
para siempre sin tu fiesta,
sin tu gente, sin careta,
sin terminar cantando
tu Higuerita Marinera.


Se nos fue.

En silencio, sin quejarse y sin quererlo
se nos fue tan solitario.

Se nos fue
una parte de los nuestro,
se nos fue nuestro teatro, nuestro Gran Vía.




Manuel Carrasco. Si queréis oirla, buscad por www.clubdefansamigosdemanuelcarrasco.com

viernes, noviembre 10, 2006

Reflexión

POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
¡La besé tantas veces bajo el cielo infinito!
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Como no haber amado sus grandes ojos fijos!
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido,
oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta.
A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, ¡pero cuánto la quise!
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta, la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
____________________________________________
2o poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda

lunes, noviembre 06, 2006

Réquiem por el Gran Vía

Aún no me he recuperado del susto. Durante mi breve estancia en Isla Cristina, salí a comer al chino que hay cerca de la casa de mis abuelitos acompañada por mi hermano Álvaro y por mi príncipe de cabellos dorados. Saliendo de mi casa, según se sale a mano derecha, caminamos desde la Gran Vía con rumbo a la calle del Carmen. Y, de pronto, ya no estaba allí, majestuoso y digno, a pesar del paso de los años. En su lugar, nada. Un vacío infame, fruto de la venta de suelo para hacer un buen puñado de bloques de pisos grises, sin historia, sin nada que contar a nuestros hijos, sin la esencia bendita del templo carnavalero.

El cine-teatro Gran Vía ha desaparecido sin dejar más rastro que un puñado de cascotes y una huella profunda en mi memoria y en la de el resto de los isleños, en todos los que hemos vivido los mejores momentos de nuestra vida -de nuestros carnavales- entre las cuatro paredes del acogedor teatrillo de Pichardo.


Reconozco que se me saltaron las lágrimas al ver lo que ha quedado de ese fantástico edificio de paredes ocres y azulejos verde botella, con sus majestuosas columnas de mosaicos amarillos en la escalinata de entrada. Y su sabor a cultura, con su gallinero de sillas bien pegaditas desde donde gritar un olé a mi comparsa preferida... Todo ha desaparecido, como desaparecen las cosas buenas de la tierra de uno, arrancando miles de recuerdos que guardaré en algún rincón de mi memoria desde donde no sé si seré capaz de arrancarlos para contárselos a mis nietos.

¿Dónde estarán ahora su patio de butacas con los mullidos asientos rojo carmín, o las tablas de su escenario, al que subí por primera vez para hacer de doncella en Woyzeck -la divertida obra de Georg Büchner- o para bailar estilo Congo en la presentación de la comparsa África?

Hoy merece mi homenaje, este puñado de letras que no llegarán a ningún sitio. Ni siquiera a oídos de aquellos que pudieron rescatarlo un día de su fatal destino y convertirlo en lo que es (o era, más bien), el templo del Carnaval de Isla Cristina.

sábado, noviembre 04, 2006

Me voy pa Isla Cristina

¡Qué emoción!
Esta mañana (bueno, más bien este mediodía) me he levantado apresurada, me he puesto lo primero que he pillado y me he peinado y lavado la cara en 0,2 segundos. El motivo ya lo he desvelado en el título: me voy pa mi pueblo, a mi Higuerita marinera, mi rincón hecho con pedacitos de gloria.



Guardianes del faro, de Josué Correa

Voy a ver a mi gente y a respirar aire puro, del mar limpio de azules que rugen. Oiré el sonido de las gaviotas, que deben comenzar ya a poblar la azotea ante la amenaza inminente de lluvia, y a mi perro, que estará jugueteando con ellas en su refugio cercano al cielo. Veré dentro de nada el campanario de la iglesia más hermosa y el mar al sur, al norte, al este y al oeste...

¡Qué emoción!