viernes, junio 29, 2007

El sueño estuvo cerca...

Ya me olía a mar en mis mañanas y a puestas de sol adormecidas... Era difícil, no imposible. Pero el sueño se esfumó tal y como se vino a mi vida, como las olas del mar al estrellarse en la orilla. Fue bonito mientras duró y también fue duro. Pero los sueños, sueños son.

miércoles, junio 13, 2007

El secreto de Juan Ramón: Platero

Iniciamos en noviembre (creo que fue, aunque la memoria a veces me falla) un apasionante viaje a Madrid con la Fundación El Monte. Yo, que trabajaba en ese momento en ICS y me encargaba de la susodicha fundación, fui la elegida de la empresa para realizar este viaje relámpago que aunque fuera breve, fue, sin duda, apasionante. Tenía ganas de hablar de ello en el blog, la verdad. El motivo, la exposición Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel (1956-2006), que celebraba el cincuenta aniversario de la concesión del prestigioso premio al poeta de Moguer en una ubicación de lujo, la Residencia de Estudiantes de Madrid (con la visita de las ministras de Educación, Mercedes Cabrera, y la de Cultura, Carmen Calvo, incluidas). Pero esta es otra historia.

Además de compañeros de los medios de comunicación onubenses como Rafa López (Onda Cero) y Juanmi (Odiel Información) y otro cámara de Antena Huelva de cuyo nombre no consigo acordarme, nos acompañó el entrañable delegado en Huelva de la Fundación El Monte -ahora CajaSol-, Domingo Prieto. Nunca he conocido a nadie al que le apasione tanto el arte como a él. Es una enciclopedia abierta de la que se pueden extraer tomos tan interesantes como el que quiero abordar en este post.

El motivo no es otro que Platero. Justo antes de coger el AVE en Sevilla nos arremolinamos todos en torno a Domingo, que tiene esa cara y esas hechuras entrañables del abuelito cuentacuentos, de Papá Noel, para que nos contara media vida de Juan Ramón.

Nos desveló cosas no muy bonitas sobre su persona, la verdad, pero no por ello menos interesantes. Decía Domingo que Juan Ramón era un mujeriego obseso del sexo, poco cuidadoso en las formas, un tanto excéntrico, con ese grado casi enfermizo de locura que han de tener todos los genios. Historias de casamientos, de pérdidas... parecía una telenovela, vamos. Cayó el mito, pero lo mejor estaba aún por llegar.

Sabéis esa sensación de, cuando fuiste niño, y te enteraste de que los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez eran tus padres, ¿no? Pues eso. El que no quiera saberlo y pasar de nuevo por esto, que no siga leyendo. Para los arriesgados, aquí va el secreto: "Platero no existió nunca". Así nos lo espetó el abuelito Domingo, sin más rodeos. "¿Cómo es posible eso, si hasta hay una tumba bajo un árbol junto a la casa natal de Juan Ramón en la que se dice que está enterrado?", dijimos con cara de poema, nunca mejor dicho.


Josué Correa


"Platero fue, probablemente, una invención del poeta. Nunca tuvo un burro ni un caballo. Puede ser que se inspirara en un caballo que tenían sus vecinos, pero nunca existió un burro que perteneciera a Juan Ramón". Dios, ahora sí que cayó el mito. Nos quedamos de piedra, como imagino que os habréis quedado algunos de vosotros (sólo aquellos que hayáis leído Platero y yo y tengáis la sensibilidad suficiente para entender la dimensión de esta noticia, claro). Bueno, y para los que no, seguro conoceréis eso de:

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes, gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
-Tien'asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. (Platero y yo, Juan Ramón Jiménez)


Mágicas palabras que acompañaron mi niñez. Maravillosa imaginación la del Nobel. Besos a todos.