jueves, octubre 02, 2008

La más triste de las despedidas

Aún no ha llegado pero ya se levanta ante mí amarga, despiadada, carente de sensibilidad.... La realidad, la más cruda de sus caras, hace de nuevo acto de presencia en mi vida. Llevaba tiempo esperando un nuevo embite del destino. Demasiado bien iban las cosas, me decía.

Tiene los ojos verdes y el corazón más grande que las estrellas. Elena Oliveros se va. Más bien la arrancan de mi lado -cruelmente-, de la vera de las personas que más apreciamos su cariño, su imprescindible presencia en la redacción del periódico, su alegría perenne, su sonrisa eterna.
Sí, eres imprescindible para mí, preciosa mía. Dónde dejaré entonces esas canciones de Camela con la Gallego y contigo, el cigarrillo a media tarde para deshaogar las penas, el estress entre bambalinas, esa visita al rincón para ayudar con el titular más o menos preciso cuando el reloj se aproxima a las 21 horas.
Dónde charlaremos ahora sobre los despropósitos universitarios, sobre las desigualdades, siempre injustas, sobre las tardes de hastío. Dónde me recogerás ahora después del almuerzo, mientras te pregunto por cómo te va con el amor de tu vida (aunque a ninguna nos guste admitirlo en el fondo) y me das lecciones magistales sobre cómo ser más feliz sin importar lo que atrás se deja.

La lágrima es fácil en esta noche severa, cruda como la vida misma. La lágrima se derrama ahora, insolente, como entre las aterciopeladas paredes del Molin Rouge porque te obligan a dejarlo todo sin importar cuánto vales, lo que aportas a la profesión periodística y a mejorar la vida de los que te rodean. Los daños colaterales serán insalvables, sin duda. Me da exactamente igual que me tachen de desmesurada, de tremendista o victimista, Leni. Eso sí, mi casa sigue siendo la casa de todos, más tuya que nunca. Espero que esta coyuntura no nos separe nunca. Eres mi familia, eres mi base, mi apoyo. Perdona que no te dedique mis mejores palabras, sí las más sentidas.

Y, sobre todo, espero que nunca me faltes, porque yo estaré aquí con el corazón abierto a ti, para siempre. Mil besos, guapa. Te echaré tanto de menos...