domingo, marzo 30, 2008

"Mi hermano Santiago y El Boca eran bastante amigos"

La hermana de los presuntos asesinos de Mari Luz asegura que su hermano podría haber participado en el crimen de Ana Mª Jerez Cano · Fue agredida sexualmente por Del Valle durante cinco años



Raquel Rendón / Huelva Actualizado 30.03.2008 - 01:00



Catalina del Valle tiene 35 años y es la hermana de los dos detenidos por la muerte de Mari Luz Cortés, Santiago y Rosa. Ayer, cuando era preguntada por la posible relación que podían tener el asesino de Ana María Jerez Cano y el de la pequeña Mari Luz, destapó la caja de pandora: "Mi hermano Santiago y El Boca eran bastante amigos, pero no concuñados" como se ha venido rumoreando durante estos días.

De hecho, José Franco, más conocido como El Boca, el único condenado por el asesinato de Ana María, "era íntimo amigo de mi hermano Juan, que ya falleció". De Santiago del Valle también era amigo, aunque "yo nunca los vi juntos, pero sé que lo fueron a través de mi Juan".

Por los mentideros de la ciudad siempre se ha podido oír que El Boca fue condenado por un crimen que no había cometido o en el que, tal vez, no había participado solo. Catalina opina que "puede ser que mi hermano tuviera algo que ver, por qué no, quién sabe, porque con los antecedentes que tiene, no me extrañaría".

La hermana de los presuntos asesinos de la niña de El Torrejón indicó que "es rarísimo que haya cosas en común en los dos casos", como el lugar donde aparecieron los cuerpos inertes de las dos pequeñas y que las dos niñas desaparecieran en época de Carnaval. "De mi hermano, a estas alturas, no me sorprende nada", apostilló.



La niñez de Catalina del Valle no fue lo que se dice un camino de rosas. "Mi hermano Santiago me tocaba por todas partes, se masturbaba y me colocaba la mano en sus partes cuando eyaculaba. Otras veces me cogía la mano para que lo masturbara yo a él o me daba besos". Todo comenzó cuando ella tenía cinco años (su hermano tenía entonces 17) y "estuvo abusando de mí hasta que cumplí diez". Esto no era algo normal en su familia, ninguno de sus hermanos había abusado de ella ni había visto un comportamiento similar en la figura paterna. "Mi infancia fue muy dura y eso no se olvida".

Estos episodios los sufrió en silencio durante bastante tiempo, hasta que "comenté a mi madre lo que me estaba haciendo y me dijo que me callara, que no me iban a creer y me tomarían por loca. Mi madre lo sabía".

Cati del Valle estaba interna en un colegio y sólo pisaba su casa los fines de semana y los periodos vacacionales. El pederasta sabía aprovechar la coyuntura y "siempre me manoseaba cuando no estaban mis otros hermanos o mis padres para que nadie se enterara". Estos encuentros traumáticos la hicieron "dormir con un ojo abierto porque él aprovechaba las oportunidades y lo hacía cuando estábamos todos dormidos o cuando mi madre, que se levantaba muy temprano para trabajar y ya no estaba en casa". Cree que su madre "habló en algún momento con él" para reprenderle pero "por un oído le entraba y le salía por el otro".

Cuando Santiago regresó a Huelva el verano pasado, "intentó acercarse a mis niñas, pero no se lo permití". Todo ocurrió durante una visita del individuo a Cartaya, donde vive Catalina. "Los trajo mi hermana Rosa en coche para que conocieran a mis hijas. Hacía muchos años que no nos veíamos. Nos fuimos a un bar a tomar un café" y su mujer no se dignó a bajarse del coche. "Él miraba mucho a mi hija, que tiene nueve años pero es muy alta, está muy desarrollada. Y le decía, '¡uy, qué grande estás, Virginia, pareces una mujer!, ¿qué edad tienes?'. Le pedía que le diera un beso con una media sonrisita que me estaba dando asco", pero la chiquilla no accedió.

El último episodio se produjo en Huelva: "Quería invitar a mi hija a un refresco. Mi niña no quería y tuve que decirle: "Santi, déjala ya en paz". Le decía, '¡ay qué tonta eres, mira que te invito a un refresco y no quieres...".

Años atrás, antes de morir la menor de los hijos de Santiago del Valle en un accidente (fue atropellada por un vehículo), el pederasta regresó a Huelva con su esposa y su retoño "porque lo echaron del pueblo donde vivían". Entonces, recordó, empezaron a malvivir con el bebé "en un coche aparcado en la puerta de la casa de mi madre, pero no porque ella no les dejara entrar, sino porque les dio la gana".

Sin oficio ni beneficio, la pareja "se iba con la niña a pedir en los aledaños de Carrefour hasta que recibieron 20 millones de indemnización". Con el resquemor aún en el cuerpo por la muerte de su sobrina, manifestó Catalina que "no me extraña nada que ellos fueran los culpables de la muerte de su primera hija porque a ellos sólo les importaba el dinero".

Con su hermana Rosa del Valle se ha llevado una gran decepción. Catalina se siente traicionada: "Me ha sorprendido mucho que ella estuviera en el ajo. Nunca ha tenido problemas con la Justicia, excepto lo que tiene ahora con la abogada a la que acosaba. Nunca ha estado en prisión… No me esperaba nunca que ella fuera, en la vida. Su detención me ha afectado mucho porque me ha utilizado y me ha engañado".

Y es que Rosa había dicho a su hermana que "estaba acostada y que no escuchó y no vio nada y yo puse la mano en el fuego por ella y le creí". Además, indicó que "ella se estaba quedando a dormir en la calle hasta que todo esto se tranquilizara porque le daba miedo. Me dijo que iba a ir a vivir a casa de un amigo en Isla Cristina y luego me enteré de que estaba en Cuenca".Finalmente, señaló que cuando su hermano desapareció "supe que podría haber sido él".

sábado, marzo 29, 2008

El padre de Mari Luz denunciará al Ministerio de Justicia por negligencia

Cortés dice que, aunque su prioridad es que condenen a los presuntos asesinos, "cada uno debe pagar por los errores que ha cometido" · Está convencido de que "alguien más" ha participado en el crimen

Raquel Rendón/ Huelva Sábado 29 de marzo

El padre de Mari Luz, Juan José Cortés, emprenderá acciones legales contra el Ministerio de Justicia y contra todos aquellos que permitieron de forma negligente que Santiago del Valle y su esposa no estuvieran cumpliendo condena. "Que cada uno pague por los errores que ha cometido", explicó a este diario.

Sin embargo, su prioridad es otra: "Tenemos tiempo para hacerlo todo, lo primero es que este hombre pague, que se le condene y no evada más la justicia". No obstante, "si hay que depurar responsabilidades, que cada uno asuma su parte de culpa".

Juan José Cortés está absolutamente convencido de que "hay más gente implicada" en el crimen. Siempre ha "sabido" que se trató de "un asesinato" y que "además de ellos tres, alguien más sabía, había participado o había aportado algo en el crimen. O habían ayudado a un asesino a que pudiera evadir la Justicia y ocultaron un delito, que también es tremendo".

Aseguró que "si nosotros no llegamos a buscar a nuestra hija con tanta fuerza, si no apretamos tanto, si la Policía no se hubiera esforzado y si las cosas no se hubieran hecho tan bien, ese caso se hubiera quedado impune porque los que saben algo nunca han hablado".

La mayor sorpresa desde que desapareció su pequeña en la fatídica tarde del 13 de enero se la llevó hace dos días. "Nosotros sabíamos que este hombre había cometido varios delitos. Por eso era nuestro principal sospechoso y su casa fue la primera a la que fuimos, pero pensábamos que ya habían pagado su condena en la cárcel. Cuando me enteré de que ni él ni su mujer habían cumplido un sólo día de la pena impuesta, me quedé de piedra".

Cortés consideró "un acierto" que la jueza encargada del caso "les acuse de asesinato". Y es que "es muy difícil engañar a un profesional como la copa de un pino y ella sabe cuando tiene a un asesino delante de sus narices". Alabó su "buen criterio" y manifestó que "haber estimado otra cosa hubiera sido un gran error".

Ahora sólo le queda esperar que, uno a uno, todos los que han tenido algo que ver en el asesinato de Mari Luz "paguen su pena y que se cambien las normas". Pero no quiere que las leyes se cambien a medias tintas. "En España hace falta que los que cometan delitos como estos, sobre todo sobre niños indefensos, estén toda la vida en la cárcel. Mi hija ya no va a volver de donde está. Este tío sale a la calle con unos beneficios penitenciarios, protegido y tan campante. La cadena perpetua debe ser algo real". Esta sería una solución, a su juicio, para disuadir a los delincuentes, que "pensarán que cometer un delito les puede llevar toda la vida en la cárcel".

Con el sistema judicial actual, concluyó, "hoy cuesta muy poco matar a alguien y eso no es justo".Por otra parte, la hermana de Juan José, Antonia Cortés, su hermano Francisco Valentín Cortés y su cuñado Vicente Jiménez, estimaron oportuno también exigir "un cambio inminente en la legislación", por lo que el próximo lunes comenzarán a movilizarse para pedir firmas por todo el territorio nacional, una labor que sobrepasará las fronteras españolas para dirigirse a Alemania, Portugal y Francia.

La madre de la niña, Irene Suárez, se lamentó y aseguró que su casa "no volverá a ser la misma" porque "si ese canalla hubiera estado en la cárcel" la niña seguiría con vida. Por ello, se mostró decepcionada "con la negligencia de la justicia" por lo que espera que ahora a los culpables "no les rebajen ni un año de pena".

Sobre Santiago del Valle aseguró que "no está loco y sabe muy bien lo que hace" y se mostró de acuerdo con su marido en la conveniencia de que se implantara la cadena perpetua. La madre de la pequeña aseguró que cambiar las leyes sería más fácil "si esto le hubiera pasado al hijo de un político y no a unos pobrecitos como nosotros". Irene aseguró que sintió rabia el jueves al ver "cómo la Policía los tenía tan protegidos" [a los detenidos] porque "nadie protegió a mi niña cuando la mataron".

Retrato de un pederasta sin escrúpulos

Santiago del Valle se inscribió en un curso de FP del colegio de Mari Luz y lo expulsaron al mes por sus "obscenidades y su comportamiento extraño", aunque nunca sospecharon que fuera un violador


Raquel Rendón / Huelva Actualizado 28.03.2008 - 18:07

Había regresado a Huelva el pasado verano, alentado por su hermano Francisco. Aunque había vivido en Sevilla y en Granada, volvía de forma intermitente a la capital onubense para visitar a su hermana Rosa del Valle en el número 1 de la Avenida de Las Flores.




Hace alrededor de nueve meses, en el mes de junio, Santiago del Valle y su mujer, Isabel García, decidieron establecerse de nuevo en El Torrejón.El presunto asesino de Mari Luz Cortés se apresuró a inscribirse en el ciclo formativo de grado medio en Comercio que se imparte en el Colegio Diocesano (el mismo al que acudía la menor).


Cuando sus futuros compañeros de curso lo vieron matriculándose, "pensamos que lo estaba haciendo por su hijo". Del Valle se incorporó a clase "tres semanas después" de que diera comienzo el curso. Sus compañeras (que tienen entre 16 y 20 años) recuerdan que entonces ya comenzó a mostrar sus excentricidades. "Llevaba chanclas y pantalones pirata, algo que no está permitido en el colegio, pero no le importaban las normas". Además, "se ponía gafas de sol en clase porque decía que le molestaba la luz de las ventanas", dijo Sara.


A todos les extrañó su presencia y su comportamiento -"sabíamos que no era normal, pero de loco no tenía un pelo"-, pero le acogieron como a uno más. Era en los intercambios de clase cuando Del Valle charlaba con sus compañeras. Hubo de todo y para todas. A Patricia "le pidió el teléfono, a otra amiga le preguntó si sería capaz de acostarse con un hombre de 50 años, que no tuviera reparos; a otras nos pedía que nos sentáramos en sus piernas, que no nos iba a comer".





Era descarado y no dudaba a la hora de "ponernos nota a todas las niñas, a una nos daba un nueve, a otras un ocho...". A Marta incluso llegó a advertirle de que "tuviera cuidado cuando iba a trabajar, no fuera a llevarla alguien a un descampado para violarla".Durante un ejercicio del curso, el pederasta indicó que "si yo tuviera una empresa, contrataría sólo a mujeres, porque están más buenas que los hombres". Además, siempre decía que "le gustaban las morenas".


Para su familia no tenía buenas palabras, más bien al contrario: "Nos dijo que su hija de 14 años era una puta porque estaba con un hombre y que cuando era pequeña no jugaba con muñecas, sino con hombres". De su esposa, Santiago comentaba que "si me pone los cuernos, la mato, porque no tiene derecho a estar con nadie más".





A la hora del recreo, el presunto asesino de Mari Luz bajaba al patio (que está separado del de los alumnos pequeños), se sentaba "en los bancos que están junto a las pistas deportivas" y se comía un bocadillo. Solo, siempre solo y sin hablar. Sus compañeros de clase nunca sospecharon de que se tratara de un pederasta ni sabían que tenía antecedentes penales. "Jamás lo vimos mirando a un niño, aunque es verdad que el recreo de los chiquillos se puede ver desde la ventana de nuestra clase", añadió María.


Recuerdan las alumnas que en una ocasión "nos dijo que se iba a vivir a Polonia y que no volvería más a clase". Finalmente, el individuo apareció un día más tarde. "Con el tiempo entendimos que había ido a firmar al juzgado por su condena anterior, pero eso no lo sabíamos en ese momento".Rocío, la profesora de Informática en FP, siempre expresaba en clase que "su comportamiento no era normal".


Pero la gota que colmó el vaso fue un dibujo en la pizarra y una explicación posterior que los menores denunciaron en el centro y le valió la expulsión. Apenas había transcurrido un mes desde que Santiago llegara a clase, "fue antes del 13 de diciembre, cuando dibujó en la pizarra el croquis de un puticlub. Nos explicó cómo se llegaba, dónde dejaba aparcado el coche, cuál era el precio de las prostitutas y cómo variaba el precio si eran negras, latinas o del Este", señaló Patricia.


El director del Colegio Diocesano, Baldomero Rodríguez, argumentó que la causa por la que el pederasta fue expulsado del centro fue porque "usaba lenguaje obsceno en clase y por su mal comportamiento, una anormalidad que fue decisiva para que tomáramos esa medida".


Cuando pidió su expediente médico, se percató de que "se le habían diagnosticado más grados de patología mental (50%) de los que tenía: era raro, pero sabía bien lo que hacía". Además, "nunca percibimos el perfil de pederasta porque no tenía contacto directo con los niños". Ahora todos dan "gracias a Dios porque lo han capturado, aunque nos ha quitado a nuestra Mari Luz".


Una familia "conflictiva" marcada por el desequilibrio mental


Santiago del Valle tiene tres hermanas y dos hermanos. Los vecinos de El Torrejón hacen memoria estos días y recuerdan que “la madre era una persona conflictiva que se asomaba a la ventana de su casa y gritaba que prefería que sus hijos se acostaran entre ellos para que ningún extraño entrase en su casa”.

Dos de sus hermanos tuvieron relación con el mundo de las drogas. Uno de ellos, Curro, logró desintoxicarse y trabajaba como pintor. Vive cerca de la casa de Santiago, también en la Avenida de Las Flores. El otro se encuentra “interno en un centro de desintoxicación”. El vecindario está de acuerdo al afirmar que “era gente rara, un tanto desequilibrada, sobre todo Santiago”. Coinciden también al decir que “aunque parecía el más tonto por su cierto desequilibrio mental, de tonto y de loco no tenía un pelo”.


Su hermana Rosa, la segunda detenida, “también era una persona extraña, que no solía salir de su casa”. Esteban, el propietario de la cafetería del centro social de El Torrejón, explicó que “ella estuvo trabajando aquí durante un tiempo, unos siete meses”. De esto hace ya un año, pero “es una persona normal y trabajaba bien”. En los comercios del barrio poca gente conoce a Santiago y a Rosa. En la carnicería R. Romero, Ricardo indicó que “siempre compraban comida cocinada y se relacionaban poco con la gente”.


"Su mujer nos empujaba y nos arrojaba cosas desde la ventana"


Alba tiene 15 años. Vive en el número 1 de la Avenida de las Flores, un piso más arriba que la familia Del Valle. Asegura que “mi pena es no haber oído a Mari Luz gritar para poder salvarla, igual que la de mi madre”. No conoce demasiado a Santiago, pero “tiene una cara extraña, mira raro, y me da miedo subir sola a mi casa desde que esta gente vive aquí abajo”.




Tanto era el pavor que sentía que “tenía que llamar a mi madre al portero para que bajara a buscarme y me acompañara a casa”. Cuando Alba salía a la calle, le gustaba reunirse con sus amigas en la esquina y “su mujer nos empujaba si pasaba por allí o nos tiraba cosas desde la ventana mientras nos gritaba que no la molestásemos”. Ahora se encuentra más tranquila y espera que se pudra en la cárcel.

"Se ha reído de la justicia escondido tras su cara de inocente"

Raquel Rendón/ Huelva Fotos: Josué Correa

Volvió a comparecer ayer (miércoles 26 de marzo) por segunda vez ante decenas de medios de comunicación tras el entierro de su hija, la pequeña Mari Luz Cortés. La cita era importante: la Policía ha detenido "a mi sospechoso", al hombre al que apuntaba con el dedo toda su familia, al pederasta que vivía a menos de cien metros de su casa y que le ha arrebatado a su niña del alma.

Juan José Cortés confesó que "aunque la felicidad en mi vida será muy difícil que encaje, estoy satisfecho de que por fin a Mari Luz se le vaya a hacer justicia". Quiso dejar claro en todo momento que "para nosotros esto no ha sido un jarro de agua fría. No me gustaría que me dieran el pésame, todo lo contrario, porque al final el que ha hecho un daño irreparable lo va a pagar". Sin embargo, confesó que "estoy triste porque otra vez se vuelve a abrir la llaga, otra vez empezamos a recordar la hora en que Mari Luz salió de casa".

La mayor de sus penas es la irreparable pérdida de su hija y que "el primer día ya estaba todo hecho. No le deseo ni un solo día de los 54 que he pasado ni al asesino de mi hija, fíjate", expresó consternado. Con esto pedía, simplemente, que los hechos no vuelvan a repetirse. "Pido que no burle a la Justicia en esta ocasión. Se ha reído de la Justicia durante años, ha sido capaz de vivir detrás de la cortina de esa cara tan inocente que a veces aparenta y esconde a un asesino; lo ha escondido durante muchos años, en los que ha abusado de muchos niños y son ellos los que han pagado las consecuencias de ese disfraz que se ha puesto".


Como padre, Juan José tenía un pálpito y sus peores sospechas se han confirmado. "La culpa sólo la tiene uno y ése se llama Santiago del Valle García, además de su mujer y su hermana y algún inculpado más, que son cómplices de sus fechorías". Ahora que hay "un nombre y una cara", por lo que apeló a la Justicia para que no se oculte la identidad. "El rostro de estos asesinos que abusan de niños deberían ponerlos en lugar visible para que todo el mundo sepa de lo que son capaces, para que todos los niños puedan estar a salvo".
Aunque para él el presunto asesino de Mari Luz es un "enfermo", exigió que no se rebaje la pena del presunto autor de los hechos por sus problemas psiquiátricos, ya que "ha sido capaz de elaborar un plan para matarla, deshacerse del cuerpo y para huir, y eso no lo hace alguien que no está en sus cabales".

Juan José sabe bien que el presunto asesino "ahora hará lo posible para que no lo acusen, para que la pena sea mínima". El primer paso de esta evasión es, tal vez, la declaración realizada ayer por Santiago del Valle en la comisaría de Cuenca, en la que decía que la muerte de Mari Luz había sido "accidental". Cortés opina al respecto que "cualquier persona que mate a otra por accidente intenta reparar el daño y se hace responsable de los hechos, no oculta el delito como ha hecho él". Además, agregó que "sólo hacen falta unos minutos para hacer desaparecer un cuerpo tan pequeño como el de una niña de cinco años".

La madre de Mari Luz, Irene Suárez, ni siquiera pudo comparecer en la rueda de prensa. "Mi mujer se ha llevado otro golpe, pero los más duros ya los teníamos en el cuerpo".
No hay tiempo para lamentos porque "no voy a descansar ahora", después de haber vivido 54 días tortuosos, de haber "velado a mi hija tres días, soportar que le hicieran dos autopsias y de pasar por un entierro terrible". Para Juan José Cortés, todavía no es tiempo de descansar, de llorar en silencio por su hija de cinco años: "Tengo que luchar contra este hombre y queda un largo proceso abierto hasta el juicio. Ha matado a mi niña y tendrá que pagar por ello".
Hace más de un mes supo que el detenido había intentado abusar de una niña en Gijón. Se enteró a través de "su propio hermano, Curro del Valle, y entonces se me vino el mundo encima y pensé que todo había acabado".


Hay espinas que se clavan y se llevan en el alma para toda la vida. "Creo que pasé muy cerca de mi hija el día en que desapareció, porque cuando salí a buscarla bajo la lluvia durante toda la madrugada, si se confirma el sitio en el que fue arrojada, pasé muy cerca del lugar aunque no pude encontrarla y es algo que me va a quedar ahí para toda la vida".

La rabia y el dolor son incontenibles. No obstante, Cortés pidió a todos los ciudadanos que "tengan paciencia, que se mantenga la calma". Y es que "sé que hay mucha rabia en todos nosotros, en todos vosotros, que dan ganas de hacer justicia por nuestra propia mano, pero creo que es mejor dejarlo en manos de la Justicia que será la que ponga al final a estas personas en su sitio".

El abuelo de la menor, Juan Cortés, comentaba visiblemente afectado por el transcurso de los acontecimientos que "Santiago del Valle mató a mi nieta y debe pagar por ello, igual que todos sus compinches", aunque se mostró satisfecho por su detención.
Francisco Valentín Cortés, tío de la víctima, aseguró que "en la familia todos estamos satisfechos porque este tío era un peligro para todos. Es como si andara suelto un conductor que siempre va en dirección contraria".

Como botón de muestra de la "calaña de esta gentuza", comentó la persona encargada de coordinar a los voluntarios, Carmen Soriano, es de recibo saber que "la cuñada del detenido interpuso una denuncia a Diego Cortés (tío de la niña) por preguntarle a Curro del Valle dónde estaba su hermano, alegando que le había agredido cuando era mentira".
Por último, Juan José Cortés agradeció a todas las personas que han ayudado "a buscar a mi hija y a encontrar a este individuo su colaboración; ahora sólo queda esperar que se haga justicia".

"Esto nunca fue un ajuste de cuentas"

Juan José Cortés se alegró ayer cuando una periodista le hizo la pregunta que esperaba: “Esto nunca fue un ajuste de cuentas”. Con esta rotunda afirmación despejó todas las dudas y especulaciones que se han venido vertiendo entre susurros por los mentideros de la ciudad: “Yo en mi vida he tenido problemas con nadie, mi familia es muy querida en el barrio, luchadora, nos ganamos el pan trabajando y sin hacer mal a nadie”.

Ahora, por fin, puede respirar tranquilo, al igual que muchos de sus familiares, sobre los que pesaba la enorme carga de la rumorología infame. Cortés explicó que el hecho de que “tengamos una discusión con uno o con otro no quiere decir que seamos el enemigo número uno de esta barriada. Somos una familia conocida y querida en Huelva”.

Para las malas lenguas, “esos eruditos”, dijo con cierta carga de rabia, “que con todo lo listos que son deberían saber que los ajustes de cuenta no se solucionan así, con niños pequeños. Se ajustan de otra manera”. A lo largo de su discurso, repitió que esto no ha ocurrido porque ese hombre tuviera algo contra mí, ni yo contra él, sino porque es un desquiciado mental. Que no se excuse en esa locura para evadir a la Justicia”, a lo que agregó que “este señor no es gitano, quiero dejarlo claro, ni su mujer tampoco”.

domingo, marzo 23, 2008

Duetos (III)

Ahora toca una de Martínez Ares acompañado de la impresionante voz de Pastora Soler. Una maravilla, vamos.


Duetos (II)

Y ahora.... a disfrutar.

Duetos (I)

Os dejo aquí una de las canciones con las que Manuel Carrasco ha vuelto a poner música en mi vida ultimamente. Besos a todos.

viernes, marzo 21, 2008

Se llamaba María

Tenía los ojos negros y el alma llena de amor. Hoy hubiera cumplido 75 años. Se llamaba María Cortés Martín y para los suyos era y sigue siendo (en la inolvidable impronta que dejó en todos nosotros) un soplo de aire fresco con sabor a primavera.

Con los bolsillos cargados de historias, no había lugar para el aburrimiento junto a mi abuela. Las agujas del reloj se detenían educadamente para que ella abriera el baúl de los recuerdos y nos trajera los sinsabores de la guerra, tiempos de uvas pisadas en una barrica con los pies desnudos en el almacén de madera de mi bisabuelo, José Cortés... historias de solidaridad y hambruna en torno a la chimenea de una enorme casa vieja que nunca conocí en su estado original pero que podía recorrer en mis sueños con los ojos cerrados. Se explicaba tan bien, comunicaba con tal arte lo que sentía, sus vivencias, que no había que hacer un gran esfuerzo para disfrazarse de Alicia y a lomos de la imaginación por su país de las maravillas.

Mi abuela no era una mujer misteriosa, todo lo contrario. Era clara, sencilla, simpática. Tenía una sonrisa que embaucaba hasta al más pintado y una preciosa naricilla flanqueada por dos bellos pómulos altos. Su voz no era de abuela, sonaba a joven. Y es que María era mucha María. "Seguro que no conoces a una abuela más moderna que yo", me retaba cada vez que me echaba un piropo si aparecía con los pelos pintados de colores o con los pantalones como un colador.

A mi abuela le gustaba que cantáramos con ella en el coche en el que después perdería la vida, un citroen BX en color crudo del que todavía no he podido olvidar siquiera el olor. A mis hermanos y a mí nos encantaba que se montara en el coche con sus kilitos de más y los amortiguadores se resintieran y la distancia entre los bajos y el suelo se rebajara considerablemente. Me enseñó 'Juanito subió a la valla', un villancico hermosísimo que hablaba de la cuna del niño Jesús y otras tantas coplillas. Siempre me pedía que le cantara 'María la portuguesa', era su favorita, y adoraba que mi padre cogiera la guitarra y se arrancara a cantar.

Su devoción por la Virgen de la Bella era absoluta, como buena lepera. Mi madre aún conserva los dos retratos de la Patorna de Lepe coronada y sin corona que se reflejaban antaño en los enormes espejos del ropero de su habitación.

Mi abuela vestía blusones de flores (siempre a la moda, que conste) y adoraba los bolsos y los pendientes de clic (a conjunto siempre). Tenía el pelo negro color azabache, rizado, y solía recogérselo en una coleta muy estirada que luego remataba con un chorreón de laca. Le gustaba pintarse y echarse Agua Lavanda Puig. Eso lo hemos heredado de ella mi madre y yo. Recuerdo su rizador de pestañas sobre la peinadora beige, sus collares de colores y el mal rato que pasó cuando unos desalmados le robaron el oro que tenía en su casa y que quería que yo heredara.

Mi abuela no tenía maldad, no la conocía. Era un pedazo de cielo.

Mi herencia fueron sus fotos y sus maneras. Instantáneas en blanco y negro, polaroids, retratos de una guapa y bondadosa mujer que se atrevió antes que nadie a vestir pantalones, a montar en moto y a acompañar a mi abuelo por todas partes con su orquesta (él tocaba la batería). Era muy hermosa, como lo fue en sus últimos años de vida, por dentro y por fuera.

Mariquita Cortés amaba a su marido, mi abuelo Antonio, con una fuerza que yo no he vuelto a contemplar en ningún ser humano, sin condiciones. Y lo mejor es que mi abuelo le correspondía de igual modo. Rara vez les vi pelearse y siempre, siempre, siempre iban juntos a todas partes, como se fueron juntos en aquella tarde de noviembre.

En un día como hoy, me hubiera encantado coger el teléfono, marcar el inolvidable 33 13 88 de su casa y decirle que la quiero, que me hubiera gustado que soplara muchas velitas más a mi lado y me siguiera acariciando la espalda en las noches frías como sólo ella sabía hacerlo, con las manos y el alma llenitos de amor. El único consuelo es saber que sigue viva en nosotros y en este puñado de letras que es un anticipo de todo lo que le debo y que ahora quiero compartir con el mundo. Era un ser excepcional y no se merece menos.

miércoles, marzo 19, 2008

Primavera que no llega...

Estudiantes, Josué Correa

La tarde de marzo parece de enero
y sucumbre el alma (callada)
a la rabia impía del inmenso cielo gris.

Esta tarde, que debía ser de incienso,
sitía sin rubor a la ciudad que llora,
desprende el azahar de los naranjos
y calumnia en nombre de la primavera.

Al menos, mañana olerá el aire
a fresca tierra mojada.

sábado, marzo 15, 2008

Mari Luz Cortés

Hace mucho tiempo que no escribo. Lo cierto es que me ha absorbido tanto mi trabajo que poco tiempo me ha quedado para dedicarle un ratito al blog. Espero sepan perdonarme. Los dos últimos meses han sido bastante tristes, a la vez que apasionantes en el plano laboral. Pero no voy a desmenuzar todo lo que el destino me ha deparado desde que el 14 de enero me plantara en la barriada de El Torrejón minutos después de que me levantaran de la cama para comunicarme que una pequeña gitana de cinco años faltaba de su casa desde la tarde anterior.


Ahora que sabemos el final de la historia, podemos entender que aquel día Mari Luz Cortés ya había perdido la vida, según los datos que han trascendido de las autopsias que se han realizado al cuerpo de la menor. Sin embargo, nadie escatimó esfuerzos en aquellos días para buscarla hasta debajo de las piedras, por las azoteas, en las marismas (donde finalmente parece que arrojaron su cadáver), por la ría del Tinto (donde apareció flotando su pequeño cuerpo en la fatídica tarde del 7 de marzo), en las alcantarillas, por los pueblos, en Italia, en Portugal, en Francia....

Cada noche de las 54 que Mari Luz (mi niña pequeña ya, a pesar de que nunca la conocí en persona) faltó de su camita con colcha de las princesas de Disney soñé con rescatarla de las manos pestilentes de sus captores. Uno de esos sueños fue tan real que me desperté creyendo que realmente la había rescatado. Mi mente me hizo creer que Josué y yo, pertrechados con nuestros corresponientes cuadernos, bolis y cámara, descubríamos en medio de un bosque de pinos una extraña cabaña de madera en cuyo interior oímos cómo una niña lloraba y llamaba a sus padres. Los dos nos mirábamos y decidíamos empezar a hacer ruidos en el exterior para que el malvado hombre que la retenía la dejase en paz por un momento. Esa fue la tarea de Josué y tuvo fácil asestarle un buen golpe a ese cabrito en la cabeza. Yo corrí al interior de la casa y rescaté a Mari Luz, que todavía vestía su falda vaquera, sus leotardos rosa y su jersey fucsia con estrellas del día en que desapareció. Ella me miraba con sus inmensos ojos marrones. Estaba asustada y yo me la comía a besos mientras intentaba tranquilizarla, decirle que sus padres, tíos, hermanos, abuelos... que toda Huelva la estaba esperando en su barrio y que ya nada malo podía ocurrirle. Cuando llegábamos a El Torrejón en mi sueño, aquello era una fiesta y, por un momento, fui feliz.


Pero los sueños, sueños son. No pude hacer nada por salvar a esa pequeña a la que he visto bailar en vídeos con ese duende que sólo tienen los gitanos desde chicos. No me torturo, no. No lo he podido hacerlo yo, ni nadie. Pero siempre me quedará una ligera opresión en el pecho, una angustia irremediable al ver la sonrisa hermosa de Mari Luz Cortés y el desgarro que su asesinato ha producido en el alma de sus seres más queridos.

Lo más cerca que estuve de pensar que realmente estaba viva fue la tarde en que Juan José (el padre de Mari Luz) me habló de una niña de cinco años que había aparecido en Nápoles. "Nadie la ha reclamado", me dijo por teléfono y yo casi podía verle en los ojos la ilusión, las ganas de partir, de que la noticia se confirmara y de que su Mari pudiera regresar a casa sana y salva. Al día siguiente cogía el primer vuelo a Roma, pero no sería hasta dos días después cuando pudo llegar, por fin, a Nápoles. Ni siquiera le dejaron verla. Tuvo que conformarse con ojear una foto de la pequeña y, cuando comprobó que no era su hija, regresó derrotado (como todos nosotros en el fondo) de nuevo a Huelva.



Todo estaba preparado para celebrar un gran concierto benéfico el 8 de marzo. La recaudación iría a parar a la cuenta a nombre de Mari Luz, un dinero que serviría para pagar a los detectives privados. Estaba en el periódico y todavía no eran ni las seis de la tarde. Carmen, la chica de la Asociación Romano Drom que organizó el recital, me explicaba que al final Triana se había caído del cartel y que se habían vendido unas 3.000 entradas. Justo al colgar, el director, Antonio Castro, daba un grito y me decía "¡Corre, vete al Muelle del Tinto que ha aparecido una niña muerta!". Recé durante todo el camino para que no fuera ella, y eso que yo no rezo NUNCA. Le pedí a Dios, sea cual fuere, que no se tratase de Mari Luz.


El muelle era un hervidero de policías y guardias civiles. Todo blindado. Nadie hablaba. Era Mari Luz. Ni siquiera pude emocionarme al saberlo. He comprobado a lo largo de mi vida que es algo que suele pasarme cuando recibo una noticia dura. Yo, que lloro a diario, no soy capaz de soltar una lágrima. Simplemente, no me lo creo. Lo peor era pensar en su familia, que aún no sabía nada. Pensaba en todos ellos, en todos esos gitanos con los que he convivido durante 54 días, a los que he escuchado, con los que me he peleado, a los que he abrazado, aconsejado, besado, apoyado... Pensaba en sus padres y en sus hermanos. Pero yo sabía que si alguien me iba a romper el alma, ése sería su abuelo, Juan Cortés. Ha sido con el que he mantenido una relación más estrecha, todos los días hemos hablado por teléfono, me ha contado muchas cosas que he publicado (y otras tantas que no). El día antes de que apareciera el cuerpo de Mari Luz, Juan y su mujer, Mari Luz también, me pidieron que preguntara por una vidente seria y buena de Isla Cristina. Ya nos sabían qué más hacer para encontrar a su nieta.

Era las 19.20 y el sol se derrumbaba sobre el horizonte de la ría del Odiel. Decenas de periodistas nos agolpábamos a las puertas del muelle de Levante. Empezó a llegar la familia. Y yo, ni una lágrima. Las tenía reservadas todas para Juan y Mari Luz, para los abuelos. Fue ver a Juan despotricando, criticando a gritos a la Policía, maldiciendo desesperado, llorando, y me derrumbé. Luego nos fuimos todos al tanatorio y el resto de la historia ya se sabe.



Ojalá algún día nos enteremos de qué pasó con la gitanita guapa de su abuelo Juan. Ojalá la justicia ponga a sus asesinos donde tienen que estar (porque pienso que fue más de uno debido a la versión del testigo clave del caso, con la que he sido la única persona que ha conseguido hablar aparte de la policía: http://www.huelvainformacion.es/article/huelva/39108/quotun/hombre/metio/mari/luz/coche/mientras/ella/pataleabaquot.html)


Desde aquí, besos de luto para Juan José, Irene, Juan José Jr., Daniel, Juan, Mari Luz, Diego, Francisco Valentín, Pere, Bibi, Manuel David, Vicente, Carmen, Luis... Ojalá esta pesadilla hubiese tenido, como mi sueño, un final feliz. Fotos: Josué Correa / Alberto Domínguez/ Espínola