jueves, noviembre 30, 2017

Tic tac tic tac


Se va acercando 
el momento.
Y, es cierto,
es justo lo que necesitas.
Avanzar.
Comprometerte.
Caminar 
sin volver atrás
la vista.

Y yo te quiero
tanto
que te dejaré
marchar.

Sacaré mi pañuelo blanco
al borde del muelle,
lo agitaré bien fuerte
y contemplaré
con entereza
cómo te marchas
de mi vida.

Procuraré
no derramar
un lágrima
mientras puedas verme.

Procuraré
permanecer en pie
al borde del embarcadero.
Y gritaré tu nombre
hasta que dejes
de escucharme.
Tal vez para siempre.
Tal vez nunca más.

Y cuando te hayas ido,
sólo entonces,
me sentaré
en el borde
del muelle
y en silencio
digiriré tu marcha
a puertos más oscuros,
derramaré tal vez una,
una lágrima
solitaria,
y dejaré que
mi amor
 muera como la tarde
de noviembre.

Tic tac,
tic tac. 
Se va acercando
el momento.

miércoles, noviembre 29, 2017

8,2 segundos


No sé cuándo exactamente
transcurrieron
(perversos)
los 8,2 segundos
que bastan
-dice la ciencia-
para que alguien
se enamore
del de enfrente.

Estoy confusa.
No logro averiguar
en qué instante
te convertiste
en impulso de mis días,
en el pulso de mis venas.

Quizá fuera aquella mañana
en que algo eléctrico
me recorrió la columna,
el preciso instante
en que cruzamos la mirada,
el momento justo
en que compartimos
espacio por primera vez.

O quizá fue después,
cuando empecé a necesitar
tu presencia finita,
cuando el fin de semana
se hacía largo
sin el reencuentro.

Tal vez no.
Tal vez fuera más tarde,
la noche en que tu boca y la mía
convivieron juntas
por primera vez,
cuando construimos
un refugio plagado
de piel y besos.

No sé qué conjuro
me lanzaste
ni por qué
me dejé arrastrar
por la locura.
Ni sé cuándo
ni en cuánto tiempo 
lo conseguiste.

Bueno, eso sí lo sé,
te bastaron sólo
8,2 segundos.

La vida

La vida te vapulea tanto
que decidir vivirla sin ti
es un paso más hacia el suicidio,
un sinsentido diario,
un silencio provocado
que amordaza,
hiere y mata.

La vida es tan difícil,
tan zorra malparida,
tan ingrata y maleante
que imaginarla
sin tus besos nuevos
es un paso más
hacian un precipicio
sin nombre
ni aliento
ni futuro.

La vida sin ti
es menos vida.
Carecería de sueños,
de interés,
de aliciente. 

"¿Qué es la vida?", 
preguntas
mientras me despedaza el alma
el dolor de tu partida.
La vida,
pequeño principito, 
la vida eres tú.

No es por casualidad


Querido destino:
sé hoy a ciencia cierta
que aquella mañana de septiembre
no fue casualidad.
Pusiste ante mí
al hombre más grande
que nadie contempló nunca,
al niño
de boca perfecta
capaz de tumbar a un titán
con un manojito de palabras
y mucho de perseverancia.

Querido destino. 
Cruzaste su mirada
con la mía
y ya nunca volvimos
a ser los mismos.
No me vengas ahora
con jodiendas.

Tú me lo plantaste ahí.
Me lo señalaste con el dedo.
Me arrastraste a él
como una ola a su orilla,
me hiciste cómplice
de su sonrisa
en medio de la tragedia
más despiadada.

Tú, destino infame,
me dejaste a merced
de su piel y de su boca,
me entregaste las noches
en que regresé (por fin) a la vida
atada a su espalda,
sin querer despertar más
si no era allí, a su lado.

Destino cruel,
tú me hiciste enloquecer
de puro amor desmedido.
Y ahora va y se te antoja
llevártelo para siempre.

Una cosa te diré
para que claro te quede: 
te voy a echar el pulso.

Porque, querido destino,
no podrás derrotar
mis ganas de reencuentro,
no debilitarás 
ni un poco mi esperanza.

Que mi destino ha de ser
el que el corazón
me manda.
Y en ése futuro él y yo
no nos faltaremos nunca.


martes, noviembre 28, 2017

Espera


Espera. 
No te marches aún
de mi vereda.
Espera un poco
que no es fácil
asumir tu singladura
a la deriva.

Espera, corazón,
que no estoy preparada
pa que suba la marea.
No soy la roca sólida
que aguantará
el envite
sin tregua del rompeolas.
No soy el alga frágil
que dejará
su cuerpo
a merced 
del mar de leva.

Espera.
No te vayas.
Que no sobreviviré
al naufragio
de tu partida.


Llueve


Llueve dentro de la casa.
El techo desparrama
sus maldades.

El sonido de las gotas es profuso.
Y tintinenante.
Las lepóridas se asoman
ya, ávidas de nuevos males,
por las mirillas, 
bajo la puerta.
Cualquier ranura les vale.

Se ha inundado el pasillo
(camino de la felicidad otrora)
y las paredes lloran
por tu ausencia irreverente.

Fuera el sol sonríe, radiante.
Dentro me mojo los pies,
la melena 
y el alma.

Llueve.

lunes, noviembre 27, 2017

Amelie


Tan pequeña,
tan frágil a ratos,
tan tierna
en los brazos
del sofá tan nuestro.

Me miras, 
Amelie,
no me quitas ojo
y ya no sé qué más contarte.
Se me acaba el argumento. 

Porque tienes toda la razón: 
son malos tiempos para los soñadores.

Esperaré la lluvia
como un milagro
de mañana.
A él lo buscaré en algún fotomatón
perdido por el mundo,
lo hallaré
recogiendo (tal vez)
los pedazos
de mi corazón
desparramado.

O quizá llegue, 
así sin esperarlo,
cuando la esperanza 
esté desvanecida.
Y quizá llame a mi puerta
y me encuentre frente a frente.

Lo besaría entonces, 
Amelie.
En el cuello,
 en los ojos
y en la comisura de la boca.
Y cerraría la puerta 
para que nunca se marchase.

Entretanto, 
Amelie,
toca viajar
por mundos ficticios,
como ese enano
de jardín
que te escondes bajo el brazo.

Ven

Ven a verme antes de marcharte para siempre.
Arriesga una vez más
(o de una vez por todas).
Ven a inundarme la madrugada oscura
Con la fiesta de tus manos,
atropéllame la boca,
estállame en cada recoveco.

Ven.
Porque no concibo esto del destino
sin el recuerdo fresco de tu piel
y de tus besos.
Renuévame el universo
para expandirlo de paciencia.

Ven.
Sacúdete los miedos
y dame de beber un trago más.
Quizá el último
de lo que pudo ser y no fue,
quizá el más bello,
el adiós definitivo
a tu cuerpo suave,
a la pasión y al amor
más verdadero.

domingo, noviembre 26, 2017

Osadía


La piel me quema
y me revuelvo
en todos los asientos.
No encuentro el lugar preciso
si no te veo
frente a frente.

Entonces me gana el arrebato
y cometo la osadía
de buscar tus pasos,
de encontrarte
y comerte a mordiscos 
la boca ésa que tienes, 
de robarte el alma
y guardármela 
para siempre
en los bolsillos.

Desisto en el último
segundo
del último
minuto
del último
kilómetro.

Y giro
y callo,
asumo y sigo.

Pero no prometo nada, 
caballero;
en cualquier madrugada
la osadía ganará la batalla.

Entonces
entraré por la ventana,
me colaré en tu cama
y pedirás
a gritos
que nunca más
me marche de tu lado.






La Isla


Caminar callada de nuevo,
recorrerte las costillas desnudas,
la espalda mojada, 
mi Isla bonita.

Cómo quiero descubrirte
su boca, despertarte
a su lado,
que saboree tus esquinas.

Porque no saben tus pestañas
dormidas a Portugal ni a tristeza,
sino a la Cádiz sinuosa,
a sal para las heridas.

Duermes, niña bonita,
y tiemblo de amor y frío.
Tus charcos los bebería
sorbo a sorbo,
beso a beso.

No puedes ser más hermosa, 
camino de vuelta a casa.

Isla de mis desvelos,
tan lejana,
tan dormida.
Tan mía,
tan silenciosa.

viernes, noviembre 24, 2017

El refugio


Tengo un refugio secreto.
Una guarida
de amor
para los malditos.

El lugar no queda lejos.
Es capaz de dar la calma,
paz para los refugiados
de esta vida
tan hermosa como injusta.

Si quieres, puedo
mostrarte el camino más corto.
El atajo.

Basta con que camines
de frente, sólo unos pasos.
Encontrarás entonces
-a un lado y otro del sendero- 
unas manos 
y unos brazos
abiertos 
de par en par.

Entonces, pasito al frente,
será suficiente
con dejarte caer sobre mi pecho.

Te entrelazaré
para no dejarte
regresar nunca
al mundo de las pesadillas.

Desvelado el secreto,
te apretaré fuerte
y seremos uno
en este refugio perfecto
del abrazo.


La llamada


Envuelvo el corazón
en un trapejo de esparto.
Sólo quiero dejar
de escuchar sus latidos.

Devora este reloj
las horas como días,
los días como puños
letales de ceniza
golpean mi maltrecha
espalda desgastada.

Te busco y no apareces.
No llega la llamada
que me robaba el sueño.
No tengo a quien leerle,
no sé como mecerte
por estas madrugadas.

El corazón se ríe. 
Ignora mi suplicio
de idiota enamorada.
Patética y rebelde,
consumo mi paciencia
y me aferro a la esperanza.

Pero no, no llega. 
Silencio, todos duermen.
No vuelve tu llamada.


jueves, noviembre 23, 2017

Ausencias


No hay calma
en la ausencia.
El mundo se vuelve
en contra
de todo lo posible 
y lo imposible,
remata con cruedad
las ilusiones,
revuelve la obviedad
del desaliento.

La ausencia
es el eco de tu voz en silencio
en el vacío
de un pecho que te grita.
Insípido amanecer 
y anunciada derrota,
oscuras golondrinas
que nunca volverán
 a anidar en el balcón 
de La Placeta.

No hay calma,
sólo un revuelo
de mariposas negras
en el estómago.
No hay más que vacío,
 pasos inertes
aplomados
para recorrer la senda de la vida.


miércoles, noviembre 22, 2017

Mi soledad y tú


Camino por la calle
solitaria.
La siento mía,
como me siento tuya.
Te escucho
en la distancia
y te imagino
de mi mano
surcando los silencios
de la ciudad vacía.

Y no me siento sola.
Tu aliento
me acompaña.
Y yo te pienso tanto
que nunca más debes
sentir el desamparo.

Resguárdate en mis pasos.
Recorre mi camino.
Prometo protegerte
de la sombra del destino.

No estoy sola.
No estás solo.
Degusto estos instantes.
Mi soledad y tú,
binomio indisoluble.
Futuro (presente) y recorrido.

martes, noviembre 21, 2017

El deseo


Desperté de repente en medio de aquel sueño extraño. El silencio lo invadía todo. La luz, tenue y dormecina, sobrevolaba las esquinas de la casa, sin querer posarse casi. Allí, al fondo del pasillo, tú.
Iniciaste entonces la carrera hacia mi boca. Llegaste. Besaste. Mordiste. Lamiste cada palmo de mi cintura. Fue un ataque inesperado, fiero.
Tus manos eran un torbellino de deseo. Me amasaban, como intentado evitar que fuera a escaparme. Cóncavos, tus dedos buscaban llenarse en lo convexo de mi pecho.
Hierve la carne. Tu voz perfecta me susurra al oído. Me derrite al oído. 
Algo va pidiendo a gritos escapar de tu pantalón. Y lo libero (te libero) mientras me tocas. Y te desnudo. Y me desnudas. Somos manos, piel y boca. 
Los ojos brillan en la penumbra. La primera embestida es poderosa. Nos invade el deseo. "Que no se acabe nunca", me dices mientras sales y entras de mí, cada vez más profundo, cada vez más deprisa.
Me rindo. Cabalgo. Me horadas a la cara o por la espalda. Nos faltan manos para agarrarnos tanto. La fiesta de besos sediendos continúa sobre la mesa, junto a la cama, en el balcón, en cada esquina. Estás dispuesto a dejar grabado tu recuerdo ardiente en todos los rincones de la casa. Lo consigues.
Y gimo. Y gimes. Y entras de nuevo para salir un segundo más tarde, en bucle infinito de ardiente deseo. Estallamos juntos, nos convertimos entonces en polvo de estrellas. Y pensamos que podemos morir en ese instante de felicidad plena, de cuerpos enlazados al borde del precipicio. Recuestas a mi lado tu suave anatomía y eres calma. Tú, niño mío, capaz de convertir el infierno en el más seductor de los paraísos.

lunes, noviembre 20, 2017

El niño de los silencios


Shhhhhh, calla.
Apártate.
Apéate en la vereda,
camina sombrío
por el presente incierto.

Calla. 
No grites más mi nombre.
No busques mis pasos
si no quieres que surque
tu cuerpo de otra.

Silencio.
Apaga las luces
y cierra la puerta,
corazón cobarde.

Me quedo aquí
y asisto al funeral 
de tu boca con mi boca,
del amigo que no tuve
y del amor que nunca fue.

Resérvate los cumplidos,
guarda para siempre 
los besos que no nos dimos
en el cajón de los trastos.

Calla. Grita.
Shhhh,
mi amor perdido,
mi niño de los silencios.

domingo, noviembre 19, 2017

Brindis


El aire que separa
tu boca de la mía
es invisible pero denso.
Se acorta sólo cuando
susurras mi nombre
en la distancia
y terminas por darle
sentido a la vida.

Te busco en el fondo
de la copa de vino.
Te encuentro en su cuerpo,
a tus besos me sabe;
me baila el infierno
por las paredes de vidrio,
revuelve tu ausencia
esperando a que vuelvas.

El brindis al aire
viaja a tu cama. 
Me tumbo a tu vera.
Te abrazo. Me quieres.

Te quiero a mi lado.
Te quiero, moreno.
Hagamos camino.