jueves, abril 26, 2018

Cinco años de ausencia


Hay una fecha
innombrable, 
la del dolor más atroz
de los que
tenían nombres
y apellidos.

Hay una fecha
que nunca debió ser
y que tiñó de sangre
y muerte
la florida primavera.

Un lugar que fue
y que ya no es
porque ellos no están
para llenarlo de vida,
un rincón
que hoy resguarda
el eco de una felicidad
olvidada,
sumida en un lustro
de tristeza insaciable
que devora
las entrañas
de los que un día
tuvieron el brillo en los ojos
del que vive y se ríe 
con ilusión y con ganas.

Hay un espacio
con el tiempo detenido.
Una cápsula del tiempo
de la atrocidad humana,
esa que le roba
a cualquiera 
los sueños más bonitos
y lo deja sin fe 
en esto que somos
y que llamamos personas.

Hay una fecha innombrable
y un monstruo
con nombre y apellidos. 

Hay un hombre
y una niña
que no están.
Hay silencios
que lo invaden todo.

Y hay un corazón
que ya solo late
impulsado por la esperanza
de que un día se les haga
 justicia.

Hay un padre
que no está
y una hija
que no está.
Hay un hombre
bueno
y una niña
inmensa
de tan valiente.

Y nadie,
nadie va a conseguir
que olvidemos
sus nombres:

Miguel Ángel
y María.




martes, abril 24, 2018

La verdad



Tápame
 Sepúltame.
Échame encima
dos toneladas
de tierra de por medio.
Ponme una lápida.
Séllame
para siempre.
Disimula
a lo grande.
Repítete 
como un mantra
que nunca
he existido.
Bórrame.
Evapora
mi cuerpo 
y mis besos,
mi abrazo
y mi amor
por la espalda.
Pídele a tu boca
que nunca más
mencione
mi nombre.
Machaca
el recuerdo
de tu piel 
con mi piel,
pídele a tus sueños
que no sueñen
conmigo.
Cava un hoyo
y tírame ahí.
A dos metros,
bien profundo.
Échame tierra
encima...
Hazlo si puedes
y vive feliz.

Lo siento,
cariño.
Brotaré
de nuevo en ti
como una semilla,
una flor,
un desvarío.

lunes, abril 16, 2018

El golpe


Sonó como suenan
los golpes en seco:
dos palabras 
bastaron 
para dejarme muda.

La realidad que irrumpe,
el aire que se agota,
la lluvia que arrecia
y me nubla la vista.

Sonó como un golpe seco.
Porque lo fue.
Sin respiración,
dolorida,
trato de levantarme
y caminar con paso firme.

Rendida, eso sí;
 desalmada,
como una herida abierta
e incurable.

Pero la vida sigue
y el mundo gira
y la lluvia cae.
Y las palabras
se vuelven dardos
y los silencios, torturas.

Los caminos se bifurcan.
Así es la vida:
una sucesión de golpes secos,
desgarradoramente lúcidos,
que va colocando
(como el tiempo)
a cada uno en su sitio.