


y entre oleajes y espumas
Yo tengo la piel morena,
y el alma del marinero,

Todos los días miro al cielo
y sólo pido al Supremo
No me importan los sudores

a mi pueblo chiquetito,
La Higuerita Marinera,
( Comparsa La Higuerita Marinera, 1982).
Hace tiempo os dejé por aquí la letra de una canción maravillosa de Manuel Carrasco, dedicada al teatro Gran Vía, el corazón del carnaval de Isla Cristina, que fue devorado hace poco más de un año por una demoledora pala metálica. El mágico edificio de altos techos y sabor a serpentina ha desaparecido de nuestras vida pero, afortunadamente, siempre permanecerá en nuestra memoria, en nuestros recuerdos carnavaleros y en canciones tan exquisitas como ésta. Besos a todos. He vuelto.
Bueno, un poquito sí se cansó, pero de ese modo tan sutil consiguió despertar mi interés un 11 de agosto de 2004.
Parece que fue ayer aquel verano de becarios y noches en vela, de Colombinas azules y castillos medievales de Cortegana...
Pasamos hojas al calendario y seguimos unidos. Bonita la noche aquella y hermoso el resto de los días. Hasta lo amargo sabe a dulce si echo la vista atrás y recuerdo su sonrisa embaucadora.
Ahora no cambiaría por nada el intenso olor de sus cabellos de seda, la risa burlona en las mañanas de mayo o, simplemente, el ver la tele juntos mientras devoramos un kebab pringoso.
Exquisitos momentos a su vera, la de Josué, que espero sigan sucediendo día tras día, hora tras hora.
Mañana celebramos nuestro trienio 'josuerraqueliano' (jejeje, nosotros no podíamos ser menos, Juan Ramón) y espero que de nuevo vuelvan a brillar las perseidas (como mis hadas de luz) para nosotros. Te quiero.
Josué Correa
"Platero fue, probablemente, una invención del poeta. Nunca tuvo un burro ni un caballo. Puede ser que se inspirara en un caballo que tenían sus vecinos, pero nunca existió un burro que perteneciera a Juan Ramón". Dios, ahora sí que cayó el mito. Nos quedamos de piedra, como imagino que os habréis quedado algunos de vosotros (sólo aquellos que hayáis leído Platero y yo y tengáis la sensibilidad suficiente para entender la dimensión de esta noticia, claro). Bueno, y para los que no, seguro conoceréis eso de:
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes, gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
-Tien'asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. (Platero y yo, Juan Ramón Jiménez)
Mágicas palabras que acompañaron mi niñez. Maravillosa imaginación la del Nobel. Besos a todos.
En la barquilla turquesa un grupo de niños jugaba, mientras otros dejaban que el mar les acariciara la espalda, como el calor marinero. Olía intensa la sal de sol de verano. Brillaban las hadas de luz en Huelva, como si el Polo Químico, enemigo infame de su belleza (cruel villano), no hubiera existido nunca. Foto: Josué Correa
Entretanto, Canterla hizo algunas fotitos de las niñas en la cola, todas allí sentaditas en la acera, con el solano que estaba cayendo. La fila ya daba la vuelta a la esquina del pabellón.
Cuando volví al periódico eran las cuatro de la tarde. Tempranito, para acabar pronto, me dije. Mi móvil comenzó a sonar. mis niñas ya estaban en la cola, y yo montando páginas del periódico por un tubo. Y una, y otra, y otra, y otra... Y el reloj que seguía su transcurso sin piedad. Ay, Dios mío, vaya nervios.
Cuando por fin conseguí finalizar mi jornada laboral eran las 20.45 horas (aunque había terminado un cuarto de hora antes, sólo que tuve que hacer con menos placer del que merecía la foto de la última -página- de mi isleño de ojos verdes). Llamé a un taxi y salí pitando para el palacio, pero el taxista parecía no tener mucha prisa. 20 minutos en el coche; por Dios, fue interminable. Llegué y ya estaba el público entrando al recinto, y me puse muy nerviosa: no tenía acreditación para entrar directamente, no sabía dónde estaban las Lolo fans y las piernas me temblaban, como siempre lo hacen las muy puñeteras antes de cada concierto.
Aún no habían entrado, las localicé y entramos de forma ordenada. Y mis piernas con tembleque. Vaya telita. Una vez dentro, la esperada espera, el reencuentro. Me sentí afortunada, porque había conseguido hablar con Manuel dos días antes, el jueves en la rueda. "Cómo te va, Raquelilla?", me dijo con esa sonrisa que quita el sentío minutos después de que mi móvil sonara estrepitosamente enmedio del acto con 'Busca por las calles' a todo volumen.
Y allí estábamos de nuevo, nosotros con él y el con su Huelva, con su Isla Cristina, con su gente del alma que es la que más lo quiere. Comenzó el recital, para mí el mejor de todos a los que he ido de Manuel Carrasco. Salté y canté con él como nunca, y me imaginaba invitándolo a unas cervecitas en mi casa, cantando Carnaval de Isla y echándonos unas risas sobre las cosas del pueblo.
Imaginé por un momento que podía hablarle tranquilamente y contarle que, aunque esté viviendo en Huelva, a veces me siento tan lejos de mi puerto, de mis dunas y de mi playa como él. "A veces te imagino con las olas, como siempre tratando de escapar...". "Montañas de sal, mi luz, mi puerto, mi lugar, un pedacito de mi ser, refugio en la deriva de esta vida que me arrastra cada amanecer, cada atardecer yo vuelvo a navegarte con mi barco y mi guitarra de papel". Qué momentos ambos de lágrimas contenidas, de querer gritarle que me siento igual que él, lejos de la salada dulzura naranja de Isla Cristina.
Pero si he de elegir me quedo con una instantánea: Manuel cantando 'Tan sólo tú', dando saltos en la pasarela entral, con el cañón de luz apuntándole a la cara... Parecía flotar entre el público. Maravilloso.
Y luego más saltos y esa parada de Emtusa para emular la plaza de Las Monjas que nos hizo reir durante un buen rato. Qué detalle, con su banco y su farola y todo. Las palmas del público gritando ¡Huelva, Huelva!, emocionantes. Y las bulerías, ainss, que maravilla. Faltó, para mi gusto, un fandanguito de Huelva, pero se lo perdono, que ya caerá en otros conciertos.
Acabó y pareció tan corto... Se nos quedó a todas ganas de más y un vacío en el alma que sólo volverá a llenarse cuando volvamos a ver el cuerpo, el pelo, los ojos y el ARTE de Manuel, de Lolo, mi Lolito, de nuevo sobre las tablas del escenario. Y que dure muchos años.
Besos a todos. Las fotos, maravillosas todas, me las ha cedido Canterla. El mérito es suto. A ver si os animáis con los post, que no os estiráis nada de nada, eh?
Explosión de júbilo recreativista, por Josué Correa
Era el mediodía cuando Juan Eslava le comunicaba la noticia por teléfono. Entonces, vino al salón y, cuando me lo dijo, nos abrazamos y dimos saltos como si nos hubiera tocado la lotería (hubo de todo: baile del delfín, canciones de los mochos, jajaja). "Tampoco es para tanto la cuantía del premio", dicen. No es para tanto según se mire, pero lo importantes es que ayuda. Y lo mejor no es eso, sino lo que hablaba antes de la inyección de moral.
Se lo merecía. Por inventar, crear e imaginar fotografías con composiciones imposibles, por retratar la realidad de Huelva y hacerla tangible a los lectores de Huelva Información, "por transmitir todo el sentimiento recreativista que se vivió el día del ascenso a Primera División".
Por todo, Josué se reafirma como uno de los pilares del periodismo gráfico de Huelva. Enhorabuena, cariño. Y que sean muuuchos más.