El mes de agosto se me está haciendo cuesta arriba. Los días de trabajo pasan leeeentos, como babosas sobre las piedras frescas. Veo a los atardeceres nadar sobre la ría de Huelva, burlándose de mí, y al día siguiente más de lo mismo. Este agosto cruel transcurre entre las cuatro paredes del periódico a paso de tortuga, sin prisas, y yo deseando que septiembre me devuelva el aliento que he perdido en este verano tan deseado y que ahora parece que no acaba.
Entretanto, espero paciente a que el otoño me regale un año más de velas apagadas, a que los últimos días de sol me dejen disfrutar de la playa como Dios manda y tostarme un poco la piel bajo la luz naranja de mi Isla Cristina. Ya queda menos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario