martes, enero 13, 2009

Un año sin Mari Luz

Raquel Rendón / Huelva Información Actualizado 13.01.2009 - 13:07

El 13 de enero de 2008 era domingo y hacía una tarde de perros. El cielo gris extendía sus alas sobre Huelva y auguraba tragedia en El Torrejón. En el segundo piso del número 4 de la Plaza Rosa, Mari Luz Cortés pedía dinero para chucherías. Tenía sólo cinco años. Eran las 16.45 horas (aproximadamente). Bajó las escaleras de su casa sola (algo que no era habitual), cruzó la plazoleta y dobló la esquina hacia la izquierda para tomar la Avenida de las Flores. Ya veía el quiosco a unos metros, sin saber que un monstruo le esperaba agazapado tras la ventana del primero. Compró unas chucherías y retomó a la inversa su camino. Nunca volvió a casa.

Su pista se perdía en la puerta del número 1 de la Avenida de las Flores, donde habitaba Santiago del Valle, el pederasta que confesaría muchos meses después haber tenido algo que ver en su desaparición, que no en su muerte.


Su familia enseguida la echó en falta y comenzó a remover cielo y tierra para encontrarla. Su padre, Juan José Cortés, y su tío Diego, se dejaban llevar por la intuición y visitaban la casa del vecino, pero ya era tarde. Del Valle les abrió la puerta y les dijo con frialdad que "a mí no me echéis ese marrón". Sus despiadadas palabras y sus ojos vacíos se quedaron grabados a fuego en el alma de un buen hombre, Juan José Cortés, que sin saberlo entonces (y sin quererlo, seguro) se ha convertido en el padre coraje más mediático del país.


La búsqueda de Mari Luz no cesó un instante y cualquier pista era válida. El Torrejón amaneció empapelado con la cara de la niña y surgieron los testimonios que no llevaban a ninguna parte. La ceremonia de la confusión se inició a primeras horas del día 14. Alguien la había visto, decía, en un autobús de Emtusa acompañada por una mujer. No era cierto. La vieron en la barriada de La Navidad, en Las Colonias, en su propio barrio acompañada por dos niñas. Ni rastro.


Cientos de voluntarios se organizaron en batidas que peinaron en los días sucesivos Huelva y su entorno de cabo a rabo. La Policía Nacional, los Bomberos, la Policía Local, Guardia Civil... Todos se sumaron a la búsqueda de la menor de los Cortés por tierra, mar y aire.


Entretanto, los medios de comunicación se apostaban en la Plaza Rosa. La reciente desaparición entonces de la niña inglesa Madeleine McCann en un lugar cercano del Algarve enganchó incluso a la prensa internacional. El carismático poder de comunicación de Juan José Cortés hizo el resto.


La gente se echó a la calle. No sólo para buscar a Mari Luz, sino para pedir a sus presuntos captores que la devolvieran a casa. Se suceden las manifestaciones en todos los pueblos de la provincia, en Madrid, en Sevilla. La más numerosa congregó en Huelva a más de 10.000 personas.


El 16 de enero, sólo 3 días después de la desaparición, la Policía retiene en Granada a Santiago del Valle y a su mujer, Isabel García, pero son puestos en libertad en pocas horas por la falta de pruebas para inculparlos y de antecedentes (aunque Santiago debería estar en prisión, nadie ordenó su busca y captura). Ya se sospechaba entonces que podría tener antecedentes relacionados con un delito sexual y se registra en varias ocasiones el domicilio del sospechoso.


La familia de Mari Luz abre una cuenta solidaria y contrata a detectives privados, mientras un testigo (que fue en su momento fundamental para el caso) confiesa a este diario que vio cómo un hombre se llevaba a Mari Luz en una furgoneta blanca, reforzando la tesis del secuestro. Otros testigos respaldan este testimonio mientras los Cortés-Suárez ofrecen hasta 300.000 euros por una pista fiable. La psicosis se apodera poco a poco del ánimo de los onubenses y los vecinos de El Torrejón, el barrio de la libertad, extreman el control sobre sus hijos.


Juan José Cortés continúa con su cruzada personal y no duda en trasladarse a cualquier punto del globo para comprobar si Mari Luz está allí. Varias pistas falsas le llevan a Madrid, a Gijón, a Oporto e, incluso, a Nápoles. No hay suerte.


El 7 de marzo, 54 días después de que se perdiera el rastro de la niña, apareció su cuerpo. Fue hallado en la ría de Huelva y el corazón de los Cortés (y de toda España) estalló en mil pedazos. El día 10 de marzo la pequeña fue enterrada en el cementerio de Huelva, vestida con el traje de princesa que su abuela no pudo regalarle el día de Reyes. Desde entonces, no pasa una jornada sin que decenas de personas depositen flores, juguetes y globos ante su tumba.


Sólo 19 días más tarde, Santiago del Valle y su mujer fueron detenidos en Cuenca. Se escondían en una vivienda de Pajaroncillo, un pueblo conquense de apenas 50 habitantes, y tenían intención de viajar al extranjero. El Torrejón respira tranquilo, pero el dolor y la rabia invaden todas su conversaciones, cada esquina. El 27 de marzo se convierte en el día de la ira. La llegada de Santiago del Valle a la Audiencia Provincial de Huelva transforma la Alameda Sundheim en un auténtico campo de batalla. Todos quieren dar alcance al presunto asesino de Mari Luz Cortés, sin éxito. La juez del caso manda a prisión a Del Valle y a su hermana Rosa con los cargos de asesinato y para Santiago agrega el de delito contra la libertad sexual.


Un día más tarde, el mundo despertó con una noticia sorprendente, indignante. El presunto asesino de la niña de El Torrejón tenía que estar en la cárcel el 13 de enero, día en que los Cortés vieron por última vez a Mari Luz. La Audiencia provincial de Sevilla tardó dos años y medio en confirmar la pena por los abusos del pederasta sobre su propia hija (también de cinco años), y el juez Rafael Tirado, que no inició la ejecución del fallo definitivo por este caso hasta 2006, no dictó orden de busca y captura. El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y la Fiscalía expedientan al juez (finalmente sólo con una multa de 1.500 euros) mientras Rosa y Santiago del Valle son trasladados el 3 de abril de la prisión de Huelva a la de Albolote (Granada) por motivos de seguridad.


El Torrejón se subleva el 15 de abril contra Curro del Valle, hermano de Santiago, que se ve obligado a marcharse del barrio. Por su parte, la hermana menor del pederasta, Cati del Valle, confesó haber sufrido abusos por parte de Santiago y de otro de sus hermanos cuando era una niña. Se abrió la caja de Pandora en la Justicia, el país removió los cimientos de poder y se adhirió al lema de Cortés: "Por una Justicia justa".


Hoy es un día triste para todos. A la casa de los Cortés regresa el llanto, el dolor invade cada uno de los rincones y el cuarto de Mari Luz mantiene más vivo que nunca su recuerdo. Sólo queda esperar que se le haga justicia.

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