Sonó como suenan
los golpes en seco:
dos palabras
bastaron
para dejarme muda.
La realidad que irrumpe,
el aire que se agota,
la lluvia que arrecia
y me nubla la vista.
Sonó como un golpe seco.
Porque lo fue.
Sin respiración,
dolorida,
trato de levantarme
y caminar con paso firme.
Rendida, eso sí;
desalmada,
como una herida abierta
e incurable.
como una herida abierta
e incurable.
Pero la vida sigue
y el mundo gira
y la lluvia cae.
Y las palabras
se vuelven dardos
y los silencios, torturas.
Los caminos se bifurcan.
Así es la vida:
una sucesión de golpes secos,
desgarradoramente lúcidos,
que va colocando
(como el tiempo)
a cada uno en su sitio.
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