La luna brilla y yo tan sola...
Su plata sedienta de amor, y tan sola...
Sus manos tan de escarcha, y yo tan sola...
Sus náuseas por no verte...
Su escondite... malherida, tan perdida.
Su desnudo y tú, sin prisas.
Sus labios tan sedientos.
Su sonrisa gris,
Su plata sedienta de amor, y tan sola...
Sus manos tan de escarcha, y yo tan sola...
Sus náuseas por no verte...
Su escondite... malherida, tan perdida.
Su desnudo y tú, sin prisas.
Sus labios tan sedientos.
Su sonrisa gris,
de sangre amarga.
Sus manos tan vacías,
como las mías.
Su voz, que se te escapa,
su luz que no ilumina.
La luna, tan yo misma.
Sus manos tan vacías,
como las mías.
Su voz, que se te escapa,
su luz que no ilumina.
La luna, tan yo misma.
2 comentarios:
Hola, Raquelilla.
Recopila todos estos poemas y publica un libro, por favor (díselo al entrañable abuelete Domingo Prieto, que seguro que te lo publica la Fundación Cajasol...). No dejes que sólo los degustemos tus amigos. Haz partícipe al mundo, ¿quieres?
UN BESAZO Y ESPERO QUE YA ESTÉS RECUPERADA DE LA CAÍDA.
Sería un placer, pero no considero que sean demasiado buenos. Concretamente los dos últimos están escritos una noche de borrachera estupenda en la que, al llegar a casa y tras una interesante conversación con la Gallego, regresó la inspiración. Las musas son así, se presentan sin previo aviso, las muy puñeteras
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