Qué hacer
para que amaine
el temporal,
para que la trifulca
de nubes tiznadas
de amargura
deje paso
a la luz suave
de la calma chicha.
Mis manos están vacías
y no puedo entregarte
más que este cachito
de espacio que me pertenece.
No tengo más.
A veces me conformo,
resigno mi espalda
a los latigazos del destino.
Veo pasar la vida
esquiva
por el cansino
tic tac del minutero.
No se detiene.
No espera.
Y temo que acabe
la tormenta
y el lejano
rumor de las olas
no traiga
tu aliento hasta la orilla.
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