sábado, octubre 21, 2017

La ciudad vieja


Me miro pero no me encuentro.
Hoy yo no debería estar aquí.
Ni tú donde quiera que estés.

Hoy deberíamos estar cobijados
en la magia de la ciudad vieja,
deberíamos andar perdidos
por su laberinto de calles,
desconocidas por completo para mí,
como tu corazón de hielo.

Deberíamos caminar y, exhaustos,
tumbarnos en el césped
y contemplar las caprichosas formas
de las nubes en el cielo.


Luego pararíamos allí,
frente a la imponente fachada.
Y sentiría tu aliento en la nuca,
tu pecho en mi espalda,
tus manos sobre mis ojos
plenos otra vez de esperanza.

Y sembraríamos lo nuestro
en las madrugadas
del amor que empieza.
Y regresaríamos vivos,
más vivos que nunca,
poderosos,
dispuestos a armarnos de valor
y a construir
la felicidad que nos aguarda.

Pero me miro y no.
Todo fue el espejismo
de la tarde vieja,
de la ciudad sin nuestros latidos.
El silencio hoy lo invade todo.

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