Dicen que ignorar
a alguien que te ama
es destrozarlo
sin que te manches
las manos.
Menos mal que
el tiempo es sabio
y ha ido forjando
mi armadura,
robusteciéndome
la piel,
coloreándomela
con el brillo del acero.
Si no,
ya no me quedaría
aliento.
Porque este modo
de ignorarme,
esta despiadada
forma de borrarme
de tu vida,
este silencio consciente,
este cansancio
de lo mío...
es una tortura,
un río que todo se lo lleva,
un océano engullendo
a una mujer
que te ama.
Es, es definitiva,
una herida para siempre,
un castigo inútil,
una burla.
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