Hoy no sé gestionar
la ausencia.
Se me han helado
los huesos
en plena primavera
y estéril se presenta
este sendero
sin luz,
plagado de sombras
a ninguna parte.
Me convierto entonces
en tu lágrima.
Me arrojo
desde el vacío de tu mirada
y me siento resbalar
por el tobogán incierto
de tu mejilla suave.
Hoy, que soy incapaz
de gestionar este silencio,
solo me consuela
ser la lágrima que,
derramada,
está abocada a morir
en el infierno de tu boca.
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