miércoles, mayo 23, 2018

La súplica


Levanto la mano izquierda
para que alguien me escuche.
Me empino, no alcanzo.
En el eco de mi súplica
solo encuentro el silencio.
Un mutismo negro,
un vacío que desgarra,
un cielo donde ya las estrellas
no brillan ni bailan.

Me estiro y procuro
tocar con los dedos
la nube aquella
sombría de espanto. 

Levanto la mano izquierda 
para que alguien me escuche.
Grito hacia dentro
 en un rezo inútil,
sin dioses ni fe ni consuelo.

Levanto la mano y suplico.
Y caigo de bruces,
suplico;
y lamo la tierra
y suplico,
y arrastro mi cuerpo
y suplico,
y repto y caigo y suplico.

Entonces me escucho
por dentro,
me rehago y me vuelvo a levantar.
Alzo luego la mano izquierda
para que te lleguen
los besos que me quedan por darte
en un bucle infinito
del que no puedo escapar.

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