jueves, enero 04, 2018

El palacio de cristal


La niebla empaña
los cristales obvios
de mi palacio de cristal.
Con todo,
puede asomarse usted
y contemplar
sin rubor toda su estructura:
las vértebras
que me mantienen en pie,
metal helado,
la bóveda acristalada 
y los labios rojos.

El mundo se desmorona
allá fuera.
Y yo canto
para espantar
a las alimañas.
Canto y lloro
para detener el tiempo,
para cambiar el sino.

De nada sirve nada.
Mejor será que 
mi palacio de cristal
oculte al sol
su evidente fachada
y su interior luminoso,
impregnado en cada esquina
de un amor irreversible
pero que se ahoga,
que pierde fuelle
y que se anuda al cuello
la soga del destino.

Será mejor tapiar
los cristalinos muros,
poner freno a la luz,
dejar de creer
y encerrame dentro
para siempre.

Así quizá, solo quizá,
tu camino se me muera
y tu recuerdo
no sea más que eso,
un recuerdo cualquiera
sembrado en el olvido
de lo que pudo ser
y el universo
conspiró para que sucediera
solo a medias.

Se acerca el momento
de la clausura.

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