Los nervios comenzaron por la mañana, desde la primera rueda de prensa a la que fui, un tostón de politiqueo que no había quien aguantara a esas hora -y menos con el resacón del viernes-. Tenía prisas y algo de estrés. Necesitaba salir del periódico cuanto antes para incorporarme a la cola del Palacio de Deportes.
Para curarme en salud, creí conveniente que mi compañero (Canterla, el fotógrafo) y yo nos acreditáramos como Dios manda, pero no hubo manera. "Es que había que acreditarse el día de la rueda de prensa", me espetó Manolo con esa gracia natural que le caracteriza -es ironía, se entiende-. En fin, que en el Ayuntamiento no tenían ni idea y se me ocurrió darle un toque al pedacito de pan de Damián Vidal, de Vale Music, del que guardo el teléfono de una entrevista anterior.
El pobre hombre fue amable y me dijo que "este concierto no lo roganizo yo, hija mía, eso lo llevan los de Jet Management, así que no sé como va el asunto". Vidal me recomendó que me pasara por el Palacio por si andaba por allí un tal Adrián, rock manager de Lolo, y así lo hicimos. Pero en este vertiginoso oficio nunca se sabe a qué deshora se sale de la redacción, y llegamos al lugar citado a las 14.30 horas. Tarde, claro está. "Todos comiendo", nos dijo un señor en la puerta, "venid por la tarde". Pufff. Imposible. Teníamos que seguir trabajando, y yo a marchas forzadas, para salir corriendo cuanto antes al encuentro de Manuel.
Entretanto, Canterla hizo algunas fotitos de las niñas en la cola, todas allí sentaditas en la acera, con el solano que estaba cayendo. La fila ya daba la vuelta a la esquina del pabellón.
Cuando volví al periódico eran las cuatro de la tarde. Tempranito, para acabar pronto, me dije. Mi móvil comenzó a sonar. mis niñas ya estaban en la cola, y yo montando páginas del periódico por un tubo. Y una, y otra, y otra, y otra... Y el reloj que seguía su transcurso sin piedad. Ay, Dios mío, vaya nervios.
Cuando por fin conseguí finalizar mi jornada laboral eran las 20.45 horas (aunque había terminado un cuarto de hora antes, sólo que tuve que hacer con menos placer del que merecía la foto de la última -página- de mi isleño de ojos verdes). Llamé a un taxi y salí pitando para el palacio, pero el taxista parecía no tener mucha prisa. 20 minutos en el coche; por Dios, fue interminable. Llegué y ya estaba el público entrando al recinto, y me puse muy nerviosa: no tenía acreditación para entrar directamente, no sabía dónde estaban las Lolo fans y las piernas me temblaban, como siempre lo hacen las muy puñeteras antes de cada concierto.
Aún no habían entrado, las localicé y entramos de forma ordenada. Y mis piernas con tembleque. Vaya telita. Una vez dentro, la esperada espera, el reencuentro. Me sentí afortunada, porque había conseguido hablar con Manuel dos días antes, el jueves en la rueda. "Cómo te va, Raquelilla?", me dijo con esa sonrisa que quita el sentío minutos después de que mi móvil sonara estrepitosamente enmedio del acto con 'Busca por las calles' a todo volumen.
Y allí estábamos de nuevo, nosotros con él y el con su Huelva, con su Isla Cristina, con su gente del alma que es la que más lo quiere. Comenzó el recital, para mí el mejor de todos a los que he ido de Manuel Carrasco. Salté y canté con él como nunca, y me imaginaba invitándolo a unas cervecitas en mi casa, cantando Carnaval de Isla y echándonos unas risas sobre las cosas del pueblo.
Imaginé por un momento que podía hablarle tranquilamente y contarle que, aunque esté viviendo en Huelva, a veces me siento tan lejos de mi puerto, de mis dunas y de mi playa como él. "A veces te imagino con las olas, como siempre tratando de escapar...". "Montañas de sal, mi luz, mi puerto, mi lugar, un pedacito de mi ser, refugio en la deriva de esta vida que me arrastra cada amanecer, cada atardecer yo vuelvo a navegarte con mi barco y mi guitarra de papel". Qué momentos ambos de lágrimas contenidas, de querer gritarle que me siento igual que él, lejos de la salada dulzura naranja de Isla Cristina.
Pero si he de elegir me quedo con una instantánea: Manuel cantando 'Tan sólo tú', dando saltos en la pasarela entral, con el cañón de luz apuntándole a la cara... Parecía flotar entre el público. Maravilloso.
Y luego más saltos y esa parada de Emtusa para emular la plaza de Las Monjas que nos hizo reir durante un buen rato. Qué detalle, con su banco y su farola y todo. Las palmas del público gritando ¡Huelva, Huelva!, emocionantes. Y las bulerías, ainss, que maravilla. Faltó, para mi gusto, un fandanguito de Huelva, pero se lo perdono, que ya caerá en otros conciertos.
Acabó y pareció tan corto... Se nos quedó a todas ganas de más y un vacío en el alma que sólo volverá a llenarse cuando volvamos a ver el cuerpo, el pelo, los ojos y el ARTE de Manuel, de Lolo, mi Lolito, de nuevo sobre las tablas del escenario. Y que dure muchos años.
Besos a todos. Las fotos, maravillosas todas, me las ha cedido Canterla. El mérito es suto. A ver si os animáis con los post, que no os estiráis nada de nada, eh?