Llueve dentro de la casa.
El techo desparrama
sus maldades.
El sonido de las gotas es profuso.
Y tintinenante.
Las lepóridas se asoman
ya, ávidas de nuevos males,
por las mirillas,
bajo la puerta.
Cualquier ranura les vale.
Se ha inundado el pasillo
(camino de la felicidad otrora)
y las paredes lloran
por tu ausencia irreverente.
Fuera el sol sonríe, radiante.
Dentro me mojo los pies,
la melena
y el alma.
Llueve.
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