La piel me quema
y me revuelvo
en todos los asientos.
No encuentro el lugar preciso
si no te veo
frente a frente.
Entonces me gana el arrebato
y cometo la osadía
de buscar tus pasos,
de encontrarte
y comerte a mordiscos
la boca ésa que tienes,
de robarte el alma
y guardármela
para siempre
en los bolsillos.
Desisto en el último
segundo
del último
minuto
del último
kilómetro.
Y giro
y callo,
asumo y sigo.
Pero no prometo nada,
caballero;
en cualquier madrugada
la osadía ganará la batalla.
Entonces
entraré por la ventana,
me colaré en tu cama
y pedirás
a gritos
que nunca más
me marche de tu lado.
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