Hoy cumplirías 13 años.
Hoy estarías pensando en los primeros amores, seguirías aplicando tu inteligencia a los estudios, probablemente en Primero de la ESO, y te probarías un brillo de labios mientras te acicalas, coqueta, frente al espejo.
Serías ya una mujercita de incipiente adolescencia, quizás escribirías los primeros versos de un poema a ese chico tan guapo del pupitre de la esquina, y seguirías regalando tu sonrisa al mundo.
Habrías visto mil películas más y empezarías ya a maquinar qué traje de gitana es el más chulo para la próxima romería. Hoy hubieras recibido un aluvión de regalos y de abrazos y de sonoros besos, te habrían regalado las primeras sombras de ojos y esa colonia que te vuelve loca.
Habrías empezado a ser consciente de que la vida es pa vivirla, y te imaginarías cómo sería tu futuro, qué carrera escogerías, si tendrías hijos y cuántos y cuándo y con quién...
Hoy, pequeña María, debías cumplir 13 años. Y yo no debía de haber conocido a tu tío ni a tu madre ni a tus abuelos.
Al menos no en estas circunstancias. Tal vez sí en otras más hermosas de primaveras nuevas y brillo en los ojos de pura esperanza. Tal vez nuestros caminos iban a cruzarse de todos modos, pero igual de una forma más sencilla y agradable, con tu presencia y la de tu padre alegrando cada rincón de la casa.
Pero hoy no estás. Y hoy lo que sí debería pasar es que el monstruo que te arrebató el aliento vuelva a la caverna oscura de la que nunca debió salir. Malnacido.
Sólo le pido al universo, pequeña, que te regalen Justicia a raudales. Y algo de paz para el alma de los tuyos.
Soplaré las velas por ti
Que así sea.