Baila tu llama
como la espina
retorcida
en el corazón
de fuego.
Se contonea
indecente
y luego envuelve
sin pudor
mi tronco,
desliza por él
sus manos
de incendio.
Baila.
Somos lenguas
de fuego
relamiendo
las heridas.
Sube y baja
y entra,
sal después,
y danza
y vuelve.
Arde en el infierno
de caderas.
Muere
en esta boca
incandescente.
Muere, llama,
llama y ven.
Candela.
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