Hago la maleta
de los sueños
y la cierro con candado
para llevármela
a otras latitudes,
lejos, tan lejos como pueda
de tu boca indiscutible,
de los recuerdos
que me abordan,
del futuro incierto
plagado de certezas
que cercenan
la esperanza.
Me marcho.
Voy a descubrir
otro mundo,
otros rostros,
otra vida.
Voy a asomarme
a las cimas del mundo
sin que me dé vértigo
el vacío.
Voy a surcar las nubes
y a amerizar
en el río Hudson.
A perderme entre el gentío
de la ciudad
de alcantarillas humeantes.
Quien sabe si por allí,
a la vuelta de cualquier esquina,
encontraré la paz
que necesito.
Quizá allí, entre tanto rascacielos,
el frío me cale los huesos
y, por fin,
me detenga el corazón
por un instante.
Me marcho.
Y, por si no vuelvo
(o si regreso y ya soy otra),
sepa usted que le he amado,
niño de los silencios
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